El crecimiento poblacional en las últimas décadas ha tenido como consecuencia el incremento de programas de planificación familiar, a nivel global; ya sea por razones sociodemográficas, geográficas, de libertad sexual igualitaria, entre otros. De igual manera, los anticonceptivos modernos que utilizamos el 55% de mujeres peruanas entre 15 y 49 años de edad, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) 2017, son parte de la expansión de la planificación familiar. Y es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la planificación familiar de la siguiente manera: “permite a las personas tener el número de hijos que desean y determinar el intervalo entre embarazos. Se logra mediante la aplicación de métodos anticonceptivos y el tratamiento de la esterilidad”. La planificación familiar permite a las familias, y mujeres, decidir libremente en el número de hijos que desean tener, si fuese así el caso.

El viernes pasado, en una declaración a la prensa, la candidata Fujimori respondió a una pregunta sobre las esterilizaciones forzadas, y señaló que estas fueron “parte del programa de planificación familiar”, se entiende, del gobierno de su padre. Estas declaraciones no sólo insultan la veracidad del testimonio de las miles de víctimas de estas satánicas prácticas, sino que no contienen ni una pizca de lógica ni realidad.

Las esterilizaciones forzadas fueron aplicadas a 272,000 mujeres, entre 1996 y 2001, según un informe realizado por la Defensoría del Pueblo, bajo el Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar (PNSRPF) de Alberto Fujimori. El informe recoge testimonios de mujeres que fueron engañadas, amenazadas, llevadas a la fuerza, atadas a camillas de policlínicos, para que, sin su consentimiento y en muchos casos, únicamente con el consentimiento de sus esposos, se sometieran a un procedimiento de ligadura de trompas. Según el libro de José Alejandro Godoy, El último dictador, muchas de ellas fueron sometidas a esto sin siquiera un informe pre operatorio, lo cual tuvo como consecuencia numerosas muertes que, según informes, ni siquiera fueron contabilizadas como tales.

La planificación familiar es aplicada por las familias y las mujeres con estricto consentimiento y conocimiento, habiendo recibido información completa sobre los procedimientos a cumplir, y sus posibles consecuencias, con lo cual es aberrante y aterrador catalogar una serie de esterilizaciones a la fuerza como parte de este concepto. La planificación familiar tiene como uno de sus objetivos el control poblacional, es cierto, pero con la completa libertad de decisión de las mujeres sobre sus cuerpos. Esterilizar a la fuerza a una mujer conlleva el supuesto de que ella no tiene el suficiente conocimiento como para saber qué es lo mejor para ella, y que el Estado sí; y que el ‘bien común’ de control poblacional a nivel nacional es más importante que su bienestar individual: no importa el nivel de trauma psicológico y físico por el que hayan pasado estas mujeres, porque a fin de cuentas, el objetivo es uno solo.

No reconocer estos delitos cometidos por el fujimorismo, de los cuales se tiene extensa evidencia que conforma un juicio desde hace más de 10 años que sigue en curso, denota en efecto que este neofujimorismo es el mismo caballo, pero con diferente jinete. Justificar las esterilizaciones forzadas como ‘planificación familiar’ demuestra una vez más que los Fujimori tienen una idea increíblemente errónea de la intelectualidad del país: fueron esterilizaciones y fueron forzadas, y fueron una violación a los derechos humanos de miles de mujeres que hasta el día de hoy sufren sus consecuencias. Pasar por agua tibia estos hechos es decir que hay vidas que importan menos que otras; que hay derechos de personas que no son tan válidas. Lo que es peor: catalogar el anti voto hacia el fujimorismo como ‘odio’ es casi como decir: entiendo tus reclamos, pero pasemos la página. ¿Cómo alguien es capaz de decirle algo así a las víctimas de estas atrocidades? ¿Cómo se pasa la página? ¿Cómo se olvida?


272,000 víctimas de esterilizaciones forzadas, y no reconocerlas como tal, son una de las tantas muestras de la forma de actuar del fujimorismo: ‘no me importa que se perjudiquen 10 o 10 mil peruanos…’. Eso está claro; nunca fue así. Ni olvido, ni perdón.


(Foto: Andina)