Tan sólo una semana no ha sido suficiente para procesar los resultados preliminares que nos dio la ONPE el pasado domingo 11. Pasamos a una fatídica segunda vuelta con dos opciones por las cuales alrededor del 80% de peruanos no votamos. Hoy sabemos que la verdadera ‘ola’ fue la de Pedro Castillo y el partido del lápiz, y que a falta de una derecha ‘conocida’, la vieja confiable terminó siendo Keiko Fujimori.
Pero también, a tan sólo una semana de las elecciones, el electorado –al menos en redes, no quisiera cometer el error de generalizar– parece ya haber decidido su voto. Esto es bastante sorprendente, ya que la gran conclusión del resultado de las elecciones del 11 de abril fue que nuestro país estaba al borde del abismo; que no tendríamos que elegir entre el mal y el mal menor, sino que tendremos que elegir entre dos males. Punto. Pero, aparentemente, al día siguiente, como es costumbre en nuestro Perú, el electorado cayó bajo la amnesia política, esa que llega cada cinco años, y nos coloca en un círculo vicioso del que no podemos salir hace décadas. Y no sólo eso, sino que, por otro lado, empezaron a abogar por un candidato cuyo ideario parece salido de una película de la guerra fría, allá en la época donde la Unión Soviética se planteaba cómo expandir sus influencias en América Latina.
Según una nota de Martín Hidalgo para El Comercio esta semana, Castillo y Fujimori tienen el nivel de representación más bajo en al menos 40 años en el país (desde 1986 hasta las elecciones del 2016, los candidatos que pasaban a segunda vuelta sumaban alrededor del 48% de votos; hoy es un bajo 18% de votos). Pero ya las redes se inundan de votantes decididos; ya Mario Vargas Llosa, probablemente uno de los más feroces antifujimoristas de estos pasados 25 años, salió a pedirle al Perú hace un par de días que ‘votemos por Fujimori, por ser el mal menor’, y otros actores de la izquierda, fieles a ella, han plantado su decisión para el voto por el lápiz. Todo esto faltando alrededor de 42 días decisivos para las elecciones de segunda vuelta presidencial.
Yo me pregunto: ¿Cómo se puede considerar el ‘mal menor’ a alguno en este punto? Una, la hija de un dictador, conocido como uno de los hombres más corruptos a nivel mundial, autor de infinitas violaciones de derechos humanos: asesinatos, secuestros, esterilizaciones forzadas, tortura, etc. Keiko, quien fue testigo de todo lo hecho por su padre y hoy promete indultarlo sin razón aparente, y lideresa de la bancada congresal más tóxica que fue la de Fuerza Popular en el periodo 2016 – 2020, incapaz de reconocer el resultado electoral, censurando ministros, blindando a los hermanitos, y vacando presidentes a diestra y siniestra. Keiko, quien recibió millones de soles bajo la mesa y fue nombrada por el Poder Judicial como una ‘líder de una organización criminal’.
Y otro, Pedro Castillo, candidato por un partido que utilizó de vientre de alquiler (se unió a Perú Libre el mismo 30 de setiembre, fecha límite para presentar papeles al Jurado Nacional de Elecciones), que lleva a un sentenciado por corrupción de segundo vicepresidente, el mismo que no reconoce a Venezuela como una dictadura. Con un ideario que atenta contra la libertad de expresión, y una línea bastante antiinstituciones: Castillo llegó a decir en una entrevista que cerraría el Congreso, y desmantelaría el TC ‘si el pueblo así se lo pidiese’, sin mencionar que está en su plan de gobierno salirse de la CIDH, cuestionando nuestro rol en instituciones internacionales esenciales como lo son el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El día de ayer, la encuesta de Ipsos señaló que un 67% del electorado ya tiene decidido su voto. ¿Cómo?, ¿con qué confianza?, ¿bajo qué premisas? No hay alianzas, no hay hojas de ruta, ninguno ha aflojado su discurso: Pedro Castillo señalando que seguirá con la voluntad que lo llevó a la segunda vuelta y Keiko Fujimori diciendo el domingo en una entrevista que ‘la corrupción atacó al gobierno de su padre’, aludiendo inocencia por parte de él. Si tan sólo un 20% de la población se sintió representada por ambos candidatos en la primera vuelta, no encuentro otra explicación para que más de dos tercios de la población hayan ya decidido su voto, que el antivoto. No deja de ser válido, una es un mal conocido, el otro un mal por conocer, pero de ahí a idealizar a los candidatos es un paso muy largo, y un error enorme.
Hace algunos días, Alberto Vergara mencionaba la importancia de no regalar el voto. Decía que, como ambos candidatos han pasado a segunda vuelta con una mínima representación, ambos se verían obligados a concertar, conceder, negociar y ablandar la imagen que han venido construyendo, así como sus planes en un futuro gobierno. Quedan aún varias semanas para que esto suceda, y sólo los electores tenemos el poder de presionar; sólo así la elección puede transformarse de elegir entre dos males a elegir entre el mal y el mal menor. Porque queda claro que ‘la mejor opción’ no existirá este 6 de junio.